La chica del crillón

"Entonces me tomó una mano, sin mirarme, y yo estuve orgullosa al sentir que mi frágil cuerpo hacía temblar a su poderosa corpulencia. La oscuridad vino súbitamente, como una pantera que se descolgara del cielo, y el chofer nos condujo de regreso, con lentitud. Yo sentía que algo iba a revelárseme, que algo iba a ocurrir de insólito y sublime, que mi cuerpo iba a volar en pedazos o a volverse líquido de repente, pero comenzaron a verse los primeros chalets, las primeras murallas de la ciudad; nuestras manos se desenlazaron y entramos en la desoladora educación, en la civilización y en la mentira de la capital. Todo había pasado como las imágenes falsas del sueño, y Gastón recobraba sus aires de hipócrita mundano. Me dijo adiós en el Parque Forestal, asegurando que no deseaba comprometerme. Ahí quedé, toda hecha sordera, ceguera, insensibilidad, esperando un tranvía lleno de gente fea y ajena que me llevó por la Alameda abajo, donde bajé automáticamente, frente a Libertad, para tomar el camino de mi barrio y seguir la rutina de mi vida."