"... Recuerdo que una noche, en Capri (me entusiasman las islas; solo hago viajes de placer a islas, cuanto más pequeñas mejor; hacen que me sienta persona), una novia que tenía se despertó en plena noche y me vio llorando desconsoladamente porque recordaba a mi abuela. Tan solo hacía dos meses que había muerto. La chica en cuestión me miró con una ternura que tardé tiempo en volver a ver en otro ser humano. Me abrazó con fuerza (no era un abrazo de sexo, ni de amistad, si no de dolor). Yo me dejé. Estaba tan deshecho que me dejé apretar con fuerza por ella. Aunque jamás dejo que eso ocurra; no me gusta ser abrazado si no el que abraza.
Pero ella me abrazó con fuerza y me susurró: “No pasa nada, Marcos, ella sabía que la querías”. Eso me hizo llorar todavía más.
Rompí a llorar. Me encanta esa expresión. No se dice rompí a comer o rompí a caminar. Rompes a llorar o a reír. Creo que vale la pena hacerse añicos por esos sentimientos. "
- Albert Espinosa.