Todavía estaba oscuro cuando salieron del establo rumbo a la casa. Las estrellas se apretujaban en el cielo y ella se acurrucó en el abrazo de ese hombre arisco que la madrugada había convertido en un refugio cálido y persuasivo.
Quién sabe cuál habrá sido su preciso encanto. Ella nunca pudo explicarlo con claridad.