"Todavía
no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no
te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro
parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos
necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para
ti único en el mundo...
(...)
Si me domesticas, mi vida resultará como iluminada. Conoceré un ruido
de pasos que será diferente de todos los demás. Los otros pasos me hacen
volver bajo tierra. Los tuyos me llamarán fuera de la madriguera, como
una música. Y además, ¡mira! ¿Ves, allá lejos, los campos de trigo? Yo
no como pan. El trigo para mí es inútil. Los campos de trigo no me
recuerdan nada. ¡Y eso es triste! Pero tú tienes cabellos color de oro.
¡Entonces será maravilloso cuando me hayas domesticado! El trigo, que es
dorado, me hará recordarte. Y me agradará el ruido del viento en el
trigo...
El zorro se calló y miró largamente al principito:
- Por favor... ¡domestícame!"
Yo creo que las personas hoy en día ya no saben domesticar. Se desvían mucho de todos los caminos. Últimamente todo lo que escucho es "estoy rodeada de gente, y aún así me siento sola". ¿Qué clase de relaciones estamos construyendo? Yo digo que es así, que las relaciones no aparecen de la nada, que se construyen. O bien, se destruyen.
El zorro se calló y miró largamente al principito:
- Por favor... ¡domestícame!"
Yo creo que las personas hoy en día ya no saben domesticar. Se desvían mucho de todos los caminos. Últimamente todo lo que escucho es "estoy rodeada de gente, y aún así me siento sola". ¿Qué clase de relaciones estamos construyendo? Yo digo que es así, que las relaciones no aparecen de la nada, que se construyen. O bien, se destruyen.