Fluye y Crece

En días así siento como si volviera a tener 12 o 13.
Por la impotencia contenida, por no poder encausar lo que siento, por
ser como un agujero que estalla pero no estalla. 
Pero con 13 las palabras no dolían tanto.
Quemaban por un rato y luego se apagaban.
Al día siguiente ya casi ni importaban.

En cambio, ahora es diferente.
Ahora las palabras no arden, no queman.
Ahora cortan, pasan atravesando la piel y se incrustan en el primer órgano que encuentran.
Ahora vienen con filo, con misión de destruir, ahora salen disparadas hacia cualquier parte sin saber qué tanto daño pueden causar.
Ahora suenan a decepción. A derrota.
A "hice algo mal contigo" y dejan un gusto amargo a "fallaste".

Tuvimos que elegir entre el miedo y el respeto.
Tal parece que no llegamos a ningún acuerdo y perdimos los dos.