Era como la naturaleza; bueno, salvaje, algunas veces cruel. Él tenía todos los estados de lo natural: belleza, timidez, violencia, y ternura.
Naturaleza era caos.
— Anaïs Nin, The Four-Chambered Heart
Cuenta esta leyenda que hace ya varios siglos el Sol, cansado de observar el transcurrir tranquilo de la vida en la tierra, quiso participar de ella. El Sol deseaba dejar de ser el centro del Sistema, y le pidió ayuda a la Luna para que nadie se diera cuenta de su ausencia en el cielo. La Luna, ante tanta súplica, accedió, y un día de junio cuando el Sol más brillaba se acercó y le fue cubriendo poco a poco para que a los mortales de la época no les sorprendiera de golpe la oscuridad. El Sol, que desde lo alto hacía millones de años que observaba la faz de la Tierra, no lo dudó; para sentirse libre y pasar desapercibido se hizo corpóreo en ser más perfecto, ágil y discreto de la tierra: una gata negra.
Sin embargo, la Luna en seguida se sintió cansada, y sin avisar a su amigo Sol, se fue apartando. Cuando Sol se dio cuenta ya era demasiado tarde, salió corriendo hacia el Cielo, y tan rápido huyó, que se dejó en su morada momentánea parte de él; cientos de rayos de Sol se quedaron dentro de la Gata Negra. Desde entonces, todos los gatos que nacieron de aquella gata llevaban en su pelaje los rayos solares que el sol olvidó en su huida, otorgando a su cuerpo miles de tonalidades anaranjadas o doradas, propias de los rayos del sol.
Oh, el confort, la comodidad inexpresable de sentirse seguro con una persona; de no tener ni que pesar el pensamiento ni medir las palabras, sino dejarlos salir todos, tal y como son, paja y grano juntos, sabiendo que una mano fiel los tomará y los cambiará, quedándose con lo que es digno de guardar y luego, con un respiro de amabilidad, soplará el resto.
" La tristeza que se había aquietado por breve tiempo reaparece ahora y le oprime el pecho con fuerza aún mayor. Los ojos de Iona recorren inquieta y dolorosamente la multitud que camina apresurada por ambos lados de la calle: entre esos millares de personas, ¿habrá una sola que quiera escucharlo? Corren sin reparar en él ni en su tristeza. Una tristeza enorme, que no tiene límites. De estallar el pecho de Iona y desparramarse esa tristeza, cubriría quizá todo el mundo, y sin embargo no se la ve. "
El amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de quereme, como al descuido, en el café o en la sopa o el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir.
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta contó. Dijo que había contemplado desde arriba, la vida humana,.
Y dijo que somos todos un mar de fueguitos.
- El mundo es eso - reveló - un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlo sin parpadear, y quien se acerca se enciende.